Juan Félix Sánchez
nació al principio del siglo XX, un 16 de Mayo del año 1900, en una
casa (que era de sus abuelos maternos) del pueblo de San Rafael de Mucuchíes, Estado Mérida, Venezuela. Fue un campesino andino
arriero, panadero, payaso, maromero, juez, presidente de la Junta
Comunal de San Rafael de Mucuhíes, innovador, sombrerero, y tejedor.
En el año 1943 decidió retirarse a un valle solitario en Los Andes
Venezolano, a veinte kilómetros de su pueblo natal, un año después
de la muerte de su madre, con su compañera Epifanía Gil. No sabía lo
que quería, pero sentía la falta de algo importante que llenara su
existencia y se fue para El Potrero en busca de "otra cosa mejor".
Antes de irse para
ese bello valle, absorbió la devoción religiosa, la ritualización
diaria, y el deseo por conocer y hacer. La infancia de todos los
niños de San Rafael consistía, principalmente, en trabajo agrícola,
la escuela y la actividad religiosa. En la casa paterna paterna Juan
Félix aprendió la devoción familiar y el sentido de la fe; todas las
noches se reunían a orar en la sala principal. El retiro a El
Potrero se debió a algo más que el dolor provocado por la muerte de
su madre, y estos fueron los problemas que se encontró con la
posición de poder que tenía cuando era Juez de Municipio en San
Rafael.
Hoy en día, a un
kilómetro y medio subiendo desde la casa donde vivió Juan Félix Sánchez en El
Potrero, por encima de la confluencia de dos quebradas, está el
complejo arquitectónico y escultórico del Filo de El Tisure,
construido por Juan Félix Sánchez durante treinta años de arduo
trabajo. En medio de la inmensidad del valle se encuentra una
impresionante combinación de capillas, terrazas, plazas, pesebre,
Calvario y Santo Sepulcro; todos integrados y amurallados. A pesar
de que abundan sitios más planos y más cercanos a la casa en ningún
otro lugar se domina una vista comparable. En ese valle no existe el
ruido, ni la velocidad, ni la confusión que crea la tecnología, y
además de sus creaciones, en el Tisure los visitantes tienen una
oportunidad para examinar su mundo interior. Es un lugar espiritual,
no importa el tipo de creencias que el visitante tenga porque
produce las mismas emociones que Machu Picchu, las pirámides Mayas,
o Stonehengue. Para Juan Félix Sánchez todo era de Dios; las
piedras, los animales, los árboles, las montañas, etc... esta
actitud se manifestó en el respecto con que trataba la piedra, la
madera y la arcilla que trabajaba, era la expresión del amor de un
hombre por su tierra y por el suelo que lo sustentó.
Arquitecto,
escultor, tejedor, ceramista y fabulador, este artesano y artista
popular tuvo una vida de inmensa riqueza que solo puede dar la
humildad y el amor. No hay muchos escultores en el mundo que puedan
comparársele. Ni tejedor alguno que no lo mire como maestro. Ni
sobran en ninguna parte diseñadores de muebles tan definitivamente
divorciados de los esquemas simétricos.
Se dio en el, por
una parte, la mezcla de artesano tradicional (en la fabricación de
cobijas y sombreros) y del artista creador ( en útiles y diseños
textiles, en muebles y tallas). Pero, se dio en él, igualmente, la
mezcla de racionalidad, y de la expresividad emotiva. Después de
haber vivido 40 años en la soledad del valle de El Potrero, Juan
Félix se convirtió en famoso y el artista más reconocido de
Venezuela. En la casa de San Rafael de Mucuchíes, donde nació, y
vivió sus últimos años junto a su compañera Epifania Gil, al lado de
su famosa capilla de piedra, hay una habitación llena de
agradecimientos y homenajes otorgados en vida por su labor
artística, entre ellos recibió el Premio Nacional de Arquitectura.
Es difícil hablar
de los inicios de de Juan Félix Sánchez, este hombre que poseía una
sonrisa infantil y mirada penetrante, nació con esa sabiduría propia
de los seres que son capaces de captar la energía de la naturaleza,
la adoptan y pueden plasmarla artísticamente en cualquier propósito
al que se le dedique.
Sus manos gruesas y
al mismo tiempo sutiles lograron una estética bien particular, con
la que Juan Félix, en perfecta armonía con los divino, trabajó la
madera y utilizó la piedra, partiendo, como el mismo decía, de la
fusión de los feo con lo bello, para construir la Capilla de la
Virgen de Coromoto, La Gruta, La Capilla Grande dedicada a José
Gregorio Hernández, la Plaza de la Estatua de Piedra, la Torre, el
Santo Sepulcro, en fin, todo un proyecto concebido desde su espacio
interno más sagrado.
Hoy en día la
valoración de su obra artística debe continuar y la fortaleza de su
fe debe ser un paradigma para las nuevas generaciones, tan
necesitadas y huérfanas de modelos verdaderos. Juan Félix Sánchez,
hombre de arte y de fe, un hombre a tomar en cuenta a la hora de
establecer rieles que conduzcan a la canalización de nuestras
inquietudes estéticas, morales y espirituales. Juan Félix Sánchez
murió días antes de cumplir los 97 años de edad, el 18 de abril de
1997.
"Yo
no hice esto por facha, ni para nada, sino ideas mías para tener una
obra aquí, porque uno por donde pasa debe, más que sea, rastro
dejar, una huella... Y cuando yo me muera me voy a dir al sitio de
los sueños, en donde sabré si los sueños míos eran verdades..."
Juan Félix Sánchez
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